Sinopsis:
A finales del siglo III a. C., Aníbal Barca, tras aniquilar
al ejército romano en la batalla de Cannas, llegó a
las mismísimas puertas de Roma. Pero no la atacó. Su ejército también había sufrido muchas bajas y prefirió pedir refuerzos a Cartago y comenzar una guerra de desgaste que
provocara la rendición total y el reparto del mundo conocido con el aliado
Filipo V de Macedonia.
Sin embargo, los refuerzos no llegaron y Roma comenzó a
levantarse desde sus cenizas, gracias a la estrategia de Fabio Máximo, nombrado
dictador -sí, como lo lees- que aprovechó la indecisión de Aníbal para
ir engrosando un ejército que había quedado diezmado.
Publico Cornelio
Escipión, más tarde conocido como el Africanus, era entonces un joven romano, de una de las familias más influyentes, los Escipiones, que se inició militarmente bajo la tutela
de su padre Publio Cornelio Escipión -no es que fuera hijo de sí mismo, es que
se llamaban igual- y de su tío Cneo Cornelio Escipión Calvo -que no sé si lo era-; el caso es
que el joven Publio aprendió de los errores que habían cometido los anteriores
generales romanos en sus enfrentamientos con los cartaginenses y, a pesar de su
juventud, marchó contra ellos en tierras de Hispania para evitar el
abastecimiento a las tropas que Aníbal mantenía en tierra itálica.
Su aventura por nuestros lares resultó ser un auténtico éxito, conquistando, de manera sorprendente, la que era capital de las tropas púnicas en Hispania: Carthago Nova. A partir de ahí, el curso de la historia cambió, una vez más.
No obstante lo cualo, Publio tenía grandes enemigos en el Senado romano que todo el tiempo estuvieron haciéndole la cama y negándole apoyo para rematar la faena. Al frente de todos estaba Fabio Máximo, orador singular y maestro en el arte de la estrategia y también, por qué no decirlo, de la manipulación.
LAS LEGIONES MALDITAS.
Sinopsis:
Tras la pacificación de Hispania, Publio Cornelio Escipión volvió a Roma aclamado como lo que era, un héroe. Había roto el suministro con los invasores que, bajo el mando de Aníbal, seguía campando a sus anchas por terreno itálico, lo que a los romanos les tenía bastante mosqueados.
Publio, que como ya he dicho, aprendió tanto de los errores propios como de los aciertos ajenos y, sobre todo, de los de su enemigo cartaginés, se presentó ante el Senado y se ofreció para desplazarse a África en busca de la capital Cartago, de esta forma quería provocar que Aníbal fuera llamado a defender la capital del imperio y se marchara de una puñetera vez de suelo romano.
Fabio Máximo, que estaba la mar de envidioso de tanta victoria del Escipión que, además, había sido nombrado Cónsul, se negó a facilitarle ningún ejército so pretexto de que no podían dejar indefensa Roma. Publio tuvo que echar mano de las legiones malditas, la V y la VI compuesta por los que habían sobrevivido de la batalla de Cannas, que no contaban porque vivían desterrados y olvidados en Sicilia ya que el Senado los encontró culpables de la vergonzosa derrota; siempre pagan los mismos...
Y así el Cónsul Publico Cornelio Escipión se hizo cargo de las desmoralizadas tropas y se embarcó rumbo a África donde tendría que librar otra batalla fundamental en el curso de la historia, la batalla de Zama y, en esta ocasión, enfrentándose directamente con Aníbal que, como el Cónsul había previsto, fue llamado por el Senado cartaginés para que los defendiera. Hay que destacar, no obstante, que Aníbal no es que fuera tocando las castañuelas, aún les tenía guardado el rencor con el que recordaba que ese mismo Senado le había negado apoyo para exterminar a la república romana.
LA TRAICIÓN DE ROMA.
Sinopsis:
Tras la derrota de Cartago, no es por hacer spoiler, es que está en la Historia. Publio Cornelio Escipión, ya conocido como El Africanus, vuelve a Roma y en esta ocasión sí le es otorgado El Triunfo que anteriormente, al no ser Cónsul, se le había negado.
Pero aún le quedaba una batalla por ganar antes de su merecido descanso. El peligro ahora venía desde Asia y su nombre era Antíoco III El Grande que, como el que no quiere la cosa, iba conquistando y asolando terrenos hasta que le tocó las narices a Roma. Los hermanos Lucio y Publio se fueron al encuentro con él y le pararon los pies en Magnesia.
Esta batalla la ganó técnicamente Lucio pues su hermano estaba enfermo y no participó, pero le había explicado, pasito a pasito, lo que era menester de hacer para derrotar al poderoso ejército que contaba con una fuerza indestructible hasta entonces conocida como los catafractos que eran una especie de tanques de la época formados por caballos y jinetes protegidos ambos de la cabeza a la cola por armaduras, no sé si me explico.
Aníbal también andaba por allí, asesorando a Antíoco, pero éste pasó de seguir sus consejos, menospreciándolo porque ya había sido derrotado anteriormente por los romanos y haciendo de su capa un sayo atacó desde la prepotencia, lo cual pagaría amargamente.
Así que los hermanos Escipión regresaron a Roma en olor de multitudes, que se dice. Todo el mundo sabía que el cerebro de la batalla había sido Publio, por lo que su popularidad y su prestigio entre el pueblo era inmensa. Pero la tirria que Fabio Máximo sentía por él, se la había trasladado a su discípulo Marco Pocio Catón que tenía, entre ceja y ceja, la idea de que Publio era un peligro potencial para la República ya que, en última instancia, lo que pretendía era restaurar la Monarquía y hacerse con el poder absoluto.
No dudó entonces en alimentar calumnias y ataques públicos contra los hermanos de manera que éstos perdieran apoyo popular y, por tanto, poder. Hasta que consiguió, aunque él no quería y hubiera preferido la exterminación total de la familia, el exilio de Publio Cornelio Escipión Africanus hasta el final de sus días.
Mi comentario:
Llevo para tres meses perdío en esta trilogía de romanos y no he hecho otra cosa más que disfrutarla.
No es literatura de nivel, la narrativa es bastante sencilla, los personajes un poquito planos, aunque libro tras libro van mejorando, pero engancha, engancha como pocas novelas. Seguramente tendrás que ser un buen aficionado a la novela histórica, como me ocurre a mí, y también dejarte llevar sin más, poniendo la imaginación en marcha, pero te aseguro que pasaras horas embutido en el ambiente de la Segunda Guerra Púnica, a ratos sorteando mandobles espada en mano; a ratos asistiendo expectante a los entresijos de la política que entonces, como ahora, ya andaban entre manipuladores y sumisos a la sombra del poder y a ratos entre las historias personales de los diferentes protagonistas secundarios que van apareciendo a lo largo y ancho de la trilogía.
Casi todos los personajes son históricos, la base y los acontecimientos que se narran también lo son, aunque algún pequeño fallo creo que le he encontrado, como por ejemplo -y aprovecho por si alguien lo sabe-: data la boda de la hija menor de Publio, Cornelia, antes de la muerte de aquél, cosa que no parece histórica.
Es cierto también que algunos personajes son muy planos, comienzan siendo malos y terminan igual, sin prácticamente matices, es el caso de Fabio Máximo. Y cuando ya creías que no se podía ser más manipulador ni mala persona, aparece su tutelado Marco Pocio Catón que hace bueno eso de más vale malo conocido...
No ocurre lo mismo con el protagonista principal Publio Cornelio Escipión al que, sobre todo en la última entrega, el autor le da unas cuantas pinceladas de contraste que lo hacen más verosímil que a sus antagonistas. También los hay buenos buenísimos, que los conoces al principio de la trilogía y ya te caen bien y termina toda la historia convertidos en excelentes amigos tuyos; entre ellos hablo de Cayo Lelio.
Los personajes femeninos están bien tratados en general, quiero decir que no hay malas mujeres, tan sólo alguna que otra seductora empedernida que hace tambalear el equilibrio del poder establecido. El resto son buenas y sumisas esposas de sus maridos, ejemplos de virtud, inteligencia y fuerza de voluntad; en esa época no se podía pedir más... y ahora tampoco :)
En cualquier caso, Santiago Posteguillo consigue involucrar al lector pasando de la descripción certera de las grandes batallas, manteniendo la tensión aunque sepas el resultado final, parándose en las escenas cercanas de personajes y costumbres y llegando a los debates y discursos, obras de teatro y demás circunstancias que te obligan a seguir leyendo, aunque no quieras.
Es una lectura para tiempo de crisis, una lectura que te aleja por un rato de la cruda realidad y que, en esa misma medida, sirve para desactivar stress y descargar la mente, sin complicaciones. Todo queda fuera por un rato, está ahí, pero tú no. Tú andas por las calles de Roma, por los campos de batalla, por los foros, entre senadores, tribunos y patricios. Tú estás viendo cómo es el ser humano desde siempre, sus grandezas y sus flaquezas, su primitivismo y sus altos ideales. Engañado siempre, utilizado siempre. La historia la escriben los vencedores, pero se puede leer entre líneas y eso tú lo sabes.
En fin sólo queda decir que han sido las primeras novelas que he leído con el programa Kindle para PC y no ha sido mala la experiencia y, además, económica. Tiene la ventaja de que si te ha gustado el primero, en segundos, te bajas el siguiente con lo que he enganchado uno tras otro del tirón lo que, con mi mala memoria, también es útil. Aunque ahora volveré a buscarme otro libro de papel donde leer, palpar y oler forman un todo insustituible.